NOTICIA: Drones e indígenas: cómo parar la deforestación del Amazonas en solo dos años #sísepuede
¡Hola, lectores!
¡¡¡¡¡FELIZ AÑO 2019!!!!
Aquí os dejo una noticia esperanzadora:
Drones
e indígenas: cómo parar la deforestación del Amazonas en solo dos
años
Por María Isabel
Magaña
Una alianza entre
la comunidad indígena shipiba de Nuevo Saposoa (Perú) y la
plataforma gubernamental GeoBosques es la estrategia que ha
revolucionado la lucha contra la tala ilegal en las entrañas de la
Amazonía
Nuevo Saposoa (Perú)
5 ENE 2019 - 09:35 CET
Llegar
a Nuevo Saposoa es difícil. Implica embarcarse en una lancha rápida
en el puerto de Pucallpa, la ciudad más grande del estado de
Ucayali, al este del Amazonas. El viaje es de casi dos horas por río,
a través de la vasta selva peruana, e imposible de realizar sin la
compañía de un hombre armado que espante a tiros a los piratas que
intentan atracar el bote. La precaución podría parecer absurda,
pero es razonable: esta región ha sido duramente castigada por el
tráfico de cocaína y madera selvática. Dichas prácticas ilegales
son la principal fuente de ingreso y de violencia en la región. El
camino es solitario, pero en el último tramo se suma un nuevo
integrante a la comitiva: un dron DJI que nos escolta en la parte
final del recorrido.
Desde
hace dos años, la comunidad shipiba de Nuevo Saposoa ha mezclado la
actividad pesquera, de la que viven, con la protección organizada de
la selva. La aeronave gris, de cuatro hélices y que se mueve con
sigilo pero no pasa desapercibida por su característico zumbido, se
convirtió en su mejor aliado para detener la deforestación y la
siembra de coca ilegal en lo que consideran tierra sagrada.
Los
shipibas llegaron a esta región, que colinda con el Parque Nacional
Sierra del Divisor, hace 60 años. Su comunidad siempre ha vivido en
la región amazónica y escogió Nuevo Saposoa como tierra buena para
un nuevo asentamiento por su cercanía con el río, que les aseguraba
abundante pesca.
Indefensos
Sabíamos
dónde estaban cortando árboles y sembrando coca, pero ir a
enfrentar a los invasores era muy peligroso
La
paz les duró hasta que se encontraron frente a frente con zonas de
selva taladas por completo. “No teníamos cómo protegerla.
Sabíamos dónde estaban cortando árboles, dónde estaban sembrando
coca, pero ir a enfrentar a los invasores era muy peligroso, tomaba
muchos días de camino y descuidábamos nuestra fuente de ingresos”,
explica Apu Tedy, el líder de la comunidad. “Todo empeoró cuando
mataron a uno de nuestros hermanos de la comunidad vecina, quien
quiso detener una siembra de coca ilegal”.
En
2015, el estado peruano estimaba que había al menos unas 160 alertas
de deforestación en la zona, aunque no estaban completamente seguro
del dato. La comunidad se había resignado al aislamiento y al miedo,
hasta que en 2016 los visitó el Servicio Nacional de Áreas
Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) para invitarlos a usar
la plataforma GeoBosques.
“Ellos
vinieron a ofrecernos cuidar la selva juntos, usando drones y alertas
tempranas. Al principio no queríamos porque nosotros no sabíamos
usar nada de esa tecnología, pero nos fueron enseñando, primero con
mapas físicos y luego con celulares, y ahora hemos logrado que dos
comunidades más se sumen a la iniciativa”, cuenta Teófilo Magipo,
uno de los líderes indígenas del proyecto.
Geobosques
Dos
móviles y un dron
La
alianza funciona de la siguiente manera: el Sernanp les provee un par
de teléfonos móviles y un dron. El celular tiene instalada la
aplicación de GeoBosques, que se actualiza semanalmente cuando los
líderes indígenas la conectan a internet. Allí, recibe una serie
de imágenes satelitales que alertan de zonas donde se ha detectado
deforestación.
Los
indígenas usan estas coordenadas para volar con su dron y documentar
la actividad, obteniendo pruebas suficientes de lo que está pasando
en terreno, sin tener que adentrarse siete días en la selva para
llegar al lugar o poner en juego su seguridad. Con estas imágenes,
el Sernanp y la Fiscalía tienen pruebas suficientes para viajar a la
zona, capturar a los invasores y hacer pedagogía entre quienes talan
o cultivan plantas ilegales.
“La
primera vez que fuimos con el Estado a una zona cocalera, nos dio
risa porque el sembrador no entendía cómo sabíamos que él estaba
ahí. Le explicamos que un satélite muy alto en el cielo había
visto lo que estaba haciendo y se sorprendió mucho, porque no sabía
que alguien lo podía ver tan dentro en la selva”, narra un ufano
Magipo.
Por
su trabajo como guardabosques, el estado paga a los shipiba cerca de
22.000 euros al año. Esta recaudación se reinvierte en proyectos
locales de pesca, cultivo y vivienda que son escogidos en consenso
por la comunidad.
Bajo
control
“Quisiéramos
que fuera más dinero, pero lo que importa es que este proyecto nos
ha empoderado y nos ha permitido cuidar nuestra selva: en solo dos
años pasamos de tener más de 160 alertas de deforestación a no
tener una sola este año”, comenta con orgullo Tedy. A esto le
suman el honor de tener bajo su cuidado un shihuahuaco de 1.500 años,
especie en vías de extinción en la selva peruana por su apetecida
madera.
Cuidar
la selva es cuidar nuestra historia y lo que somos
El
éxito de la estrategia ha sido tal que el estado ha puesto bajo su
cuidado 9.000 hectáreas de selva, 700 de las cuales pueden explotar
para el sustento de su comunidad. Si se tiene en cuenta el área que
cuidan las otras dos comunidades indígenas vecinas, el programa de
GeoBosques ha logrado recuperar el 90% del área de influencia del
Parque Nacional Sierra del Divisor, la más importante reserva de
flora y fauna selvática del Perú.
Aunque
hay zonas en las que continúa la tala de madera y la siembra de coca
ilegal, cada vez es más difícil para los invasores destruir
Amazonas para hacer negocio. “Cuidar la selva es cuidar nuestra
historia y lo que somos: ya no tenemos miedo y sabemos que podemos
mantener esta riqueza natural para muchas más generaciones”,
concluye Magipo.
Gracias por estar ahí pese a mis ausencias! Año nuevo, proyectos interesantes...
Nos vemos en el siguiente post,
M.
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